miércoles, 18 de enero de 2012

Los cuentos, el alimento de la infancia

VIVIR LAS IMÁGENES DE LOS CUENTOS
Pierre Lienhard

Durante siglos, los cuentos vivieron en la tradición oral al mismo nivel que los mitos o los textos sagrados. Vivieron en verdad, y lo que les daba vida no era únicamente la memoria de nuestros abuelos (con todo, muy superior a la nuestra), sino su propio contenido, que dista mucho de ser un conjunto arbitrario o fabricado de personajes y aventuras ima­ginarias; sus imágenes iban más allá de la aparente dimensión cotidiana, porque estaban cargadas de realidad esencial. A través de los cuentos se lograba la evocación de esta realidad, y de ella vamos a hablar ahora.
Hoy en día, la vida del mundo imaginativo nos hace mucha falta; cuando tratamos de captar las imágenes, sólo nos queda entre las manos su esqueleto.
Lucano, el historiador romano de la época de César, nos cuenta cómo los legionarios dudaron en cortar los árboles de un bosque sagrado de Provenza, pues según los moradores de la región estaba habitado por potencias miste­riosas y temibles. En muchos cuentos populares, en particular los de Grimm, el bosque juega un papel muy importante, sea que el héroe del cuento se pierda en él involuntariamente, o que penetre en él deliberada­mente para vencer ahí a gigantes o monstruos. Seguramente, nos produce satisfacción considerar al bosque como la imagen de la dimensión interior y obscura del alma, del caos salvaje de nuestra personalidad aún no evolucionada (1); sin embargo, es mucho más importante para la compren­sión de la imagen en cuestión, conquistarla a través de la experiencia personal. Es evidente que cada uno sabe lo que es un bosque por haberlo atravesado al menos en tren o en coche; no obstante, lo que de él se sepa resultará muy superficial en tanto que no se haya dejado el asiento para sentirlo directamente. El presentimiento de la dimensión a la que hace alusión Lucano, será, sin duda, más accesible a aquel que haya errado durante horas por los caminos inciertos y se haya perdido en un bosque desconocido.
No todas las imágenes de los cuentos son fácilmente accesibles como la del bosque; con frecuencia se habla de reyes y de príncipes, y nos costaría trabajo saber de qué se trata si miramos sólo a nuestro alrededor, puesto que los reyes son escasos, y ya casi no corresponden a la realidad considerada en los cuentos. Quizá encontraremos una corona en algún museo, pero nos hará falta recorrer cierto camino, un esfuerzo interior, para que tal joya, con su oro y sus piedras preciosas, se convierta en la ima­gen de la radiación del pensamiento, de la inspiración cósmica que daba al rey su autoridad.
La posibilidad misma de una jerarquía real, de una autoridad a la vez personal y objetiva, se opone a las estructuras actuales del pensamiento y del sentimiento.  Nosotros estamos en la situación de los hijos del rey que, en los cuentos, se encuentran abandonados, perdidos al punto de ignorar sus orígenes y que deben pasar por muchas pruebas para recu­perar su identidad, su dignidad. Los cuentos mismos, con su tesoro de imágenes, son como un viático que nos es dado en el camino de nuestros extravíos. Gracias a ellos, y a través de ellos, nuestro caminar puede convertirse en una iniciación, en el verdadero sencido del término, un aprendizaje consciente y voluntario de la realidad espiritual. Abordar los "cuentos maravillosos", es aceptar volver a ponerse en camino de redescubrir el mundo con la mirada nueva y simple de niño, pues dicha mirada es capaz de percibir el mínimo detalle y aceptar que los cuentos le revelen su vida, su verdad.
Desde hace algunos años, los cuentos populares han resurgido con fuerza entre el público, en forma paralela a otros valores tradicionales. La psicología moderna, basándose en psicoanálisis, ha contribuido mucho a ello y podemos mencionar el éxito, bastante reciente, del libro de Bruno Bettelheim: "Psicoanálisis de los cuentos de hadas". El psicoanálisis pone en manos de todos, la interpretación práctica y eficaz de las imágenes, pero debemos tomar conciencia de que ello implica un grave empobreci­miento.
El psicoanálisis interpreta a su manera la existencia de un mundo de imágenes que viven en la profundidad del alma humana y que tienen, sin embargo, un valor suprapersonal. Estas imágenes pertenecen a una zona que escapa u lo conciencia y que es determinante para nuestro comportamiento. Para el psicoanálisis, el estudio de los sueños y de sus implicaciones es el camino más profundo para la comprensión de las imágenes y de su signi­ficado. ¿De dónde vienen estas imágenes?, ¿Tienen una existencia propia, una importancia más allá de nuestra individualidad humana?, ¿O son sólo un lenguaje cifrado a través del cual se manifiesta la vida profunda de nuestro organismo?. El psicoanálisis no responde a estas preguntas, pues no se ocupa más que de penetrar en la zona secreta donde juegan los resortes de nuestra existencia, para conocerlos y, si es posible, manejarlos.
"Yo pienso", decía Sigmund Freud, "que la visión mitológica del mundo, que se encuentra hasta en las religiones más modernas, es, en buena parte, una psicología proyectada sobre el mundo entero" (2) El hombre existe con su alma, y lo que él concibe del mundo no es» en los mitos y en los cuentos, más que una proyección de sus propios problemas y de su situa­ción interior. En el Evangelio de San Juan, la meta hacia la cual el Cristo conduce al hombre es la de encontrar y conocer al "Padre". En los cuentos populares, la imagen del padre es una de las más frecuentes, con matices muy diversos y aún desconcertantes.
¿No es un empobrecimiento, una pérdida grave, convertir el problema de la relación con el “padre" En problema de psicología, del que serian reflejo las relaciones humanas?.
Los cuentos permiten presentir detrás de las imágenes de tantos y tantos padres, la existencia objetiva de Aquel del que se habla también en el Evangelio.
Otro empobrecimiento ligado a la práctica sicoanalítica reside en la tenta­tiva misma de dar a las imágenes una interpretación precisa, destinada a resolver una situación dada. Cada uno de nosotros está confrontado con la realidad "exterior" y la manera en la que percibimos las cosas, de la que nos formamos nuestras representaciones y en la que asimilamos lo que viene hacia nosotros, lo cual es esencial para el desarrollo de nuestro destino.
Nuestra salud profunda y nuestro destino dependen de nuestro progreso y del desarrollo de nuestras capacidades autónomas en este dominio. Nadie tiene el derecho de intervenir autoritariamente en esta parte de nuestra alma, la más secreta y la más sagrada, en donde estamos a punto de nacer a la conciencia de las cosas. Las imágenes de un cuento nos invitan y nos ayudan a rebasar el nivel de la realidad material, cotidiana; abren nuestra alma a una nueva dimensión, pero nos dejan libres de progresar ahí a nuestro parecer.
Diremos aún dos palabras sobre la tendencia psicoanalítica a re-encontrar en todas las imágenes la expresión de problemas bajo el ángulo sexual. El mismo Bettelheim, a pesar de toda su reserva y su amplitud de espíritu, sigue el camino de otros autores para explicarnos que la historia de "La bella durmiente del bosque" es la ilustración del problema de la pubertad femenina: "A pesar de todos los esfuerzos, los padres no pueden impedir el despertar sexual de su hija... aún podría suceder que las tentativas de los padres mal inspirados alejen mucho el momento de la madurez, como lo indica en el cuento el sueño de cien años..." (3) La imagen de la subida a la torre significaría el aumento del deseo ( de acuerdo con los sueños), pero, ¿no es la torre, antes que nada, el lugar donde uno se encierra, donde el alma adolescente viene a ella misma?, Y, ¿la pequeña habitación de arriba no es aquélla donde se aprende a mantener "el hilo del pensamiento?” ¿Por qué aprender a hilar serla la imagen de una actividad sexual?, ¿No es acaso también fecundo pensar en el drama de la humanidad en general que, al momento de su adolescencia y en su voluntad de atrapar su libertad -de pensamiento, no logra sino perder la realidad viviente para fijar todo en esquemas muertos?. Nosotros no queremos con esto reemplazar una interpretación por otra, sino simplemente subrayar la estrechez de la perspectiva sexualista. A este propósito, Rudolf Steiner da una visión que aclara mucho: "Los humanos que viven en la tierra son los instrumentos de una evolución que tiene como meta el amor. El mundo animal ha desa­rrollado las formas elementales del amor bajo diferentes aspectos y la simple observación muestra que se trata en ese caso de grados prepara­torios del amor humano, de un amor que tiende a ser cada vez más y más espiritual... Todo amor, aún inferior, es un camino hacia un amor superior. La humanidad terrestre tiene como tarea el desarrollar en su seno el amor, para entregarlo a la tierra al final de su evolución" (4)
Esto es lo que vemos realizarse, en definitiva, a través de peripecias y pruebas, en la mayoría de los cuentos: "se casaron y fueron muy felices..." Y esta alegría en los cuentos tiene algo de definitivo, de eterno. No se sitúa en el plan de la psicología o de la biografía individual, sino que repre­senta la meta lejana de la evolución humana, donde la joven y su príncipe, la realidad del alma y la del espíritu, están verdaderamente unidas.
Las frases siguientes son muy impresionantes, pues provienen de un hombre que no tiene nada de espiritualista o de ocultista fueron escritas por Max Lüthi, profesor de literatura en la Universidad de Zurich, y él, además, no hace más que sacar las conclusiones de sus observaciones: "El cuento pone al alcance de nuestros espíritus limitados, un espectáculo que normal­mente no es perceptible más que para una conciencia supratemporal... el cuento es, me parece, el don que ciertos poetas-videntes hicieron al pueblo". Y él caracteriza así el mensaje global del cuento para quien lo escucha:
"Aun si no sabes de dónde vienes y a dónde vas, aun si ignoras qué potencias actúan en tí y cómo lo hacen, aun si las circunstancias que te rodean te son incomprensibles, puedes estar seguro de que el conjunto en que estás colocado tiene un sentido". (5)
Muchas de los jóvenes que actualmente se entregan a la droga, habrían reac­cionado de otra forma a las incitaciones de la vida sí hubieran sido alimen­tados con cuentos durante su infancia.
La manera de abordar el cuento está ligada, para el que no quiere conten­tarse con interpretaciones ya hechas, con un verdadero ascetismo.
Efectivamente, nos cuesta mucho trabajo imponer a nuestro intelecto una paciencia y una reserva a las que no está acostumbrado; esta paciencia debe estar aunada a una facultad de atención muy acrecentada, con un interés por los detalles, pues éstos nunca son gratuitos. Así, la edad del héroe o de la heroína siempre es importante; la bella durmiente del bosque tiene 14 años; la molinerita en el cuento de "El piojo" (6), tiene 18 años, la edad de los grandes sueños, de las impulsiones del futuro; tampoco es indife­rente que sea hija del molinero, de aquel que trabaja el fruto de la tierra y lo transforma en materia panificable, pues es una imagen de la función esencial del hombre. Y cuando se habla del piojo, destinado por el adver­sario como esposo de la molinerita, se pensará que para un joven apuesto es la metamorfosis más humillante, la más horrible, pero también es importante constatar que el piojo vive como parásito en la región de la cabeza.. . De una manera general, encontramos toda una serie de animales que esconden en ellos a príncipes encantados; oso, lobo, perro, cuervo, león, serpiente y aún un sapo; cada vez es una historia muy diferente. El alma humana está ligada, en su destino, con el alma animal y, a despe­cho de los experimentos que utilizan a los animales para sacar conclu­siones sobre las reacciones psíquicas del hombre, necesitamos aprender el respeto, la veneración casi religiosa de estos seres cuya entidad, el "yo espiritual", reside en otro mundo donde reina una sabiduría muy superior a la nuestra; ¿No es el cordero, en el Nuevo Testamento, la imagen del Cristo mismo?.
Llega a suceder que un hombre de letras, al transcribir un cuento, se permita hacer cambios, sin darse cuenta que altera así la verdad profunda de las imágenes. Henri Perrault, que ha recogido o trascrito una cantidad impresionante de narraciones populares, ha modificado, por ejemplo, un detalle importante del cuento "Los siete cuervos"(Grimm), la hermanita, que se ha ido a liberar a sus siete hermanos, se da cuenta, al llegar frente a la montaña de cristal donde ellos viven, que ha perdido el huesito que la estrella de la mañana le había entregado y que debía servirle de llave para abrir la puerta de la montaña. Ella introduce entonces su pequeño dedo meñique en la cerradura y así logra abrir. La imagen habla: el dedo meñique, el que está menos involucrado en las necesidades terrestres y que las damas mantienen en el aire cuando toman el té; el dedo que indica el colmo de la pereza ("no mover ni el meñique"); pero también es aquél que tiene posibilidades en otro dominio: "me lo dijo mí dedito". Sobre uno de los capiteles románicos más conocidos de la catedral de Autun, en Francia, se ve dormir a los reyes magos; el ángel viene a advertirles que no regresen a ver a Herodes, y su intervención está subrayada por el hecho de que toca con su índice el meñique de uno de los reyes. . . Así, el gesto contado por Henri Perrault está incompleto: en el cuento original, la her­manita toma un cuchillo y se corta el dedo antes de utilizarlo como llave. Detalle aparentemente cruel, pero significativo: la facultad de intuición, que abre el mundo "cristalizado" de donde vienen los hermanos cuervos, ya no es aquella de la que cada uno disponía de una manera natural, habitual; la intuición debe ser sacrificada para ser tomada en mano, manejada de una manera desinteresada, desapegada de uno mismo...
Es interesante subrayar con este propósito, que nuestra misma lengua está sostenida por la misma realidad espiritual, la misma esfera imaginativa que la de los cuentos. Muchas personas a las que les parecen crueles ciertas imágenes de los cuentos, como la del dedo cortado (Henri Perrault era, manifiestamente, una de esas personas), utilizan, sin embargo, expresiones como perder la cabeza, arrancarse los cabellos, ponerse a gatas, hacerse cortar en pedacitos, poner la mano en el fuego, etc.
Señalemos también, aunque sólo sea rápidamente, el enriquecimiento que uno puede encontrar en la parte imaginativa del lenguaje. Sin saberlo, nosotros nos movemos en un mundo de realidades mucho más “concretas” de lo que supone el diccionario.
En conclusión diremos que los “cuentos maravillosos” nos abren el acceso a esas mismas realidades que la Antroposofía aborda de una manera más directa, más científica. Aquel que quiera narrar cuentos a los niños, debe saber que les ofrece, no un pasatiempo agradable, sino un alimento esencial. Los niños no pueden y no deben escuchar las explicaciones, pero aquel que les cuenta una historia, necesita no forzosamente haber comprendido todo lo que se dice, pero estar en camino de la comprensión; solamente entonces su narración creará el ambiente, el espacio interior en el cual el cuento puede vivir.



Traducido de la revista francesa Triades, Nº 1 de 1980

Notas
1) Ver "en Díe Drei (Stuttgart),número de julio-agosto 1980,un interesante estudio sobre el bosque
(2) Citado por M. Loeffer-Delachaux en "El simbolismo del cuento".
(3) "Psicoanálisis de los cuentos de hadas" de B. Bettelheim.
(4) Rudolf Steiner: Conferencia dada el 2 de marzo de 1920 en Berlín.
Ver sobre el tema: "Tierra de Amor" Triades T. XVI No. 4 (verano 1969).
(5) "Das europäische Volksmärchen" (El cuento popular europeo). Francke-Verlag.
 (6) "Le Pou"; 'Cuencos de Vasconia". París.

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