lunes, 16 de enero de 2012

Hablando de niños y de libros

El arte de contar historias
Podemos remontarnos a las reuniones alrededor de las hogueras, a las historias contadas y recontadas pero, sin ir tan lejos, hubo un tiempo en que las abuelas, los padres, tenían tiempo para contar historias.
Historias de la literatura, historias de la vida, relatos de viajes y de viajeros…
Y vuelvo a la pregunta que inició mi entrada al blog en la nota de animación a la lectura: ¿Cuándo y por qué surge la necesidad de animar a los niños a leer?
Parafraseando a Tonucci, el nacimiento del lector ocurre mucho antes de que el niño aprenda a leer, nace de la mano del narrador. María Elena Walsh decía en su canción Osías: “Quiero cuentos, historieta y novelas, pero no las que andan a botón, yo las quiero de la mano de una abuela, que me las lea en camisón”. En estos tiempos ajetreados es difícil que esto ocurra, hacer frente a la vida cotidiana, las prisas, las preocupaciones pone trabas para encontrar el tiempo y el espacio necesarios para sentarnos con nuestros hijos y contar historias. También es cierto que la televisión y los vídeos ocupan gran parte de ese tiempo y no menos cierto son las apretadas agendas de los niños que después de su jornada escolar pasan de una extraescolar a otra ocupando un tiempo precioso, el tiempo libre en el que puedo decidir hacer “lo que me dé la gana”.
¿Y el aburrimiento? Pienso que este espacio, fundamental para el nacimiento del acto creador, ha sido también la cuna del lector. Los niños de hoy están tan sobreocupados que no llegan a aburrirse. Hoy el aburrimiento está mal visto, tiene mala prensa. ¡Qué pena!, pienso… haber perdido ese gran lugar para la invención, para soñar y para leer.
No obstante esto ocurre tanto en casa como en la escuela. Para que nazca un lector es necesario tiempo, calor, alegría, entusiasmo. Imaginaros leyendo un libro a sabiendas que al final tendrás que responder un cuestionario, a modo de examen, donde deberá rendir cuentas de tu hacer ¡NO!  Leer es otra cosa.
Como maestros tenemos una gran tarea, devolver a los libros y a los niños el lugar que han perdido, ayudar a renacer esas historia, a nutrirnos de sus héroes y caballeros, a sentirnos príncipes y princesas o dragones… y sé que somos capaces del mismo modo que sé que los niños tienen hambre y sed de cuentos, hambre y sed que debemos alimentar.
Y como sigo siendo una romántica, y sigo creyendo en la transformación humana, al igual que Tonucci, creo que “Un día los pupitres florecerán”


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