Los albores del siglo XX se caracterizaron por presentar una preocupación, quizás pionera, sobre un tema que sigue siendo aún hoy, a principios del siglo XXI, debate en todos los países y tema de discusión en los diferentes estratos de la sociedad: la educación.
En 1907, durante la conferencia “La educación del niño desde el punto de vista de la Antroposofía” Rudolf Steiner sienta las bases de la Pedagogía Waldorf: “Hemos podido aquí sólo desarrollar unos cuantos aspectos de una futura pedagogía antroposófica, en realidad únicamente hemos intentado destacar la tarea que ha de realizar el impulso antroposófico en pro de la civilización de nuestra época. El que pueda realizarse este cometido depende de que cada día sea más amplio el círculo de quienes perciban el alcance de este modo de pensar”. La primer escuela Waldorf fue fundada en Stuttgart en el año 1919.
En el año 1904, Rainer M. Rilke, tuvo la oportunidad de viajar a Suecia para realizar una nota periodística sobre una escuela –Samskola- de la que quedó profundamente conmovido.
Desde lo personal, me ha tocado vivir en la década de los 80, una búsqueda pedagógica realizada por un grupo de educadores argentinos (luego de descubrir el artículo de Rilke) que intentaba conformar su tarea docente con ese ideal. 15 años después llegué a Samskola –o lo que ella había representado para mí como educadora- Queda en Ingeniero Maschwitz y se llama Escuela Waldorf Clara de Asís. También tomé conciencia que este ideal, aún más, este germen espiritual brota en toda esta vasta y maravillosa tierra. Tal vez en cada lugar en el que nos encontremos e intentemos ayudar a nacer una iniciativa de estas características sintamos que somos una minoría pero, tenemos que llevar a nuestra conciencia, que la pedagogía Waldorf es, en número de estudiantes, el movimiento escolar libre más importante del mundo; existen más de dos mil escuelas repartidas por unos sesenta países de todos los continentes.
Es increíble pensar que en el siglo XXI, estos pensadores y hacedores tengan una vigencia tal que sigan ofreciendo respuestas a interrogantes que aún la sociedad en su conjunto no ha logrado plantearse.
Quién quiera oír, que oiga.
“Sin el amor, la educación se transforma en una doma, un amaestramiento en el cual existe toda la gama posible. A través del amor, la educación se transforma en un objetivo superior, la liberación de la persona humana. Para alcanzarla, ella acepta una doble ley, aquella del respeto infinito por la infancia y aquella de la veneración del orden.
Yo no sé si Bakulé ha alguna vez encontrado a su compatriota, el gran poeta R. M. Rilke. Es muy posible que no y es profundamente lamentable, porque hubieran estado muy próximos el uno del otro! “Los fragmentos en Prosa” de Rilke nos dan, con el título de “Samskola”, el relato de una visita que Rilke hizo en 1904, en el curso de un viaje a Suecia, a la Nueva Escuela de Gothenburg fundada cuatro años antes de que fueran escritas esas páginas, que dan testimonio de una comprensión asombrosa del problema. Eso no debe sorprendernos. Rilke, atraído por la gloria de Tolstoi, hizo un largo viaje a Rusia y allí encontró un país mágico con el que había soñado durante toda su infancia. El autor de los sorprendentes: «Apuntes de Malte Laurids Brigge », una de las más bellas obras que han sido consagradas a la infancia, el infeliz adolescente que tanto ha sufrido en la escuela de cadetes, encuentra en Samskola el ideal de un mundo nuevo”:[1]
[1] El texto entrecomillado lo recibimos cuando investigábamos material para la nota pero no tenemos referencia de sus autores. Original en francés, traducción al español: Guille Mealla.
SAMSKOLA
Les contaré lo que aconteció recientemente en Gothenburgo. Es bastante extraño. Ocurrió que, en esa ciudad, varios niños fueron ante sus padres y les anunciaron su deseo de quedarse en la escuela por la tarde, aun cuando no hubiera enseñanza, ¿Siempre? Sí, todas las veces que fuera posible. ¿En qué escuela?
Les hablaré de esa escuela. Es una escuela inusual, absolutamente antimperativa, una escuela dúctil, una escuela que no se considera algo acabado, sino en desarrollo; por lo tanto, donde los propios niños deben trabajar con una tendencia transformadora y determinante, los niños en íntima y cordial relación con algunos adultos atentos, prudentes, en actitud de aprender ellos también: personas, maestros, si se quiere. En esa escuela los niños son; ¡el objeto primordial!. Es fácil comprender que con este esquema caduquen otras instituciones diversas, habituales en otras escuelas. Por ejemplo esas minuciosas vistas y juicios que se ha dado en llamar exámenes y las correspondientes clasificaciones. Tales exámenes fueron, en todo sentido una invención de los grandes. Y tan pronto se pisa la escuela, se advierte la diferencia. Se penetra en un establecimiento que no huele a polvo, a tinta ni a miedo sino a sol, madera, clara e infancia. Dirán que semejante escuela no se puede mantener. No, por supuesto. Pero la mantienen los niños. Lleva ya cuatro años, de existencia y, el presente semestre ha contado con doscientos quince alumnos de ambos sexos y de todas las edades, pues es una escuela auténtica que comienza por el principio y llega hasta el final. Lógicamente, este final no está aún del todo en sus manos. Cuando salen de ella los adolescentes de dieciocho años de edad se enfrentan con el fantasmagórico examen de bachillerato, que se alza delante de ellos como un espectro, y retroceden del futuro donde habían estado a una época atrasada, la época de sus contemporáneos. Por así decir, ellos han sido educados en el porvenir ¿Lo negarán por completo? ¿Se tendrá en cuenta esta circunstancia en su vida futura?
A aquellos que dejarán la escuela ahora y en los próximos años esta circunstancia no les afectará plenamente, pues -dado que la escuela cuenta sólo cuatro años de existencia- no todos serán sus alumnos desde el comienzo. Hay quienes habrán pasado a ella de otro establecimiento, cargados de experiencias y convencionalismos escolares, e infectados por los bacilos de viejas pestes escolares heredadas. Sí el joven cuerpo de esta nueva escuela no fuese tan sano en todos sus aspectos, fácilmente hubieran podido constituir un peligro para ella. En cambio, pasan por su organismo sin causar daños. En el seno de esta amplia y abierta confianza, en medio de esta inmensa humanidad que trasciende más allá de los muros de una hora de clase, sus malos hábitos y secretos de escolares adquieren un aspecto de triste e inofensiva ridiculez, se vuelven tan superfluos como los ademanes ceñidos, de un preso liberado, empeñado en continuar el lenguaje de signos y golpes de la cárcel. Pero aún cuando estos individuos a los que se ha hecho huraños no sean capaces de desplegarse por completo, libres de recelo, al sol de la nueva escuela, es posible observar como se recuperan, como se yerguen y, a pesar de la precocidad de su triste experiencia, desarrollan instintos puros, iluminados de candor infantil, y empiezan a florecer aquí y allá. Sin embargo hay que ser cautelosos, pues la libertad constituye un peligro para ellos.
He mencionado la palabra libertad. Tengo la impresión de que nosotros, los adultos, vivimos en un mundo donde hay poca libertad. La libertad es una ley ágil, ascendente, que se transforma y crece con el alma humana. Nuestras leyes ya no son nuestras, se han quedado rezagadas, mientras la vida siguió avanzando. La hemos retenido por avaricia, por codicia, por egoísmo, sobre todo por miedo. No quisimos exponerlas a los embates de la tempestad y del naufragio. Debían permanecer a buen recaudo. Y porque las dejamos así sobre la playa, a salvo de todo peligro, se fosilizaron y ese es nuestro infortunio: tenemos leyes de piedra, leyes que no han estado siempre con nosotros, leyes extrañas, ajenas. En ellas no se propaga ninguno de los miles de movimientos nuevos de nuestra sangre. Nuestra vida no existe para ellas y el calor de todos los corazones no basta para hacer brotar un vestigio de verdor sobre sus superficies frías. Clamamos por la nueva ley, por una ley que permanezca con nosotros día y noche, y a la que hayamos conocido y fecundado como a una mujer. Sin embargo, no viene nadie a darnos semejante ley.
¿Pero nadie piensa que la nueva ley, esa que no fuimos capaces de crear, puede comenzar todos los días con aquellos que vuelven a ser el principio? ¿No son ellos acaso el todo, la Creación y el Universo, no van creciendo en ellos todas las fuerzas si les brindamos espacio? Si no les ponemos a los niños en su camino todas las cosas hechas que rigen para nuestra vida, imponiéndoselas con el derecho del más fuerte, si ellos no encuentran nada, si deben hacerlo todo, ¿no lo harán acaso? Si nos cuidamos de hacer más profunda en ellos la vieja brecha abierta entre el deber y la alegría (la escuela y la vida), la ley y la libertad, ¿no es posible que el universo crezca en ellos nimbado de luz, salvándose de infancia en infancia? Por su puesto, no en una generación, ni en la próxima, ni en la subsiguiente.
No se si el origen de la escuela se basó en estas reflexiones. Se ha concebido un mundo de ideas, pero por fin está aquí. Su simple alegría se desarrolla frente a un fondo de la más oscura gravedad. No está encerrada dentro de un programa, está abierta por todos lados. Y no se habla en absoluto de “educador”. No se trata de eso, pues ¿quién puede educar?, ¿quién entre nosotros podría arrogarse el derecho de educar?
Lo que esta escuela intenta es esto: no perturbar. Sin embargo, como lo intenta con actividad, afecto y abnegación, como elimina inhibiciones, estimula las preguntas, escucha, observa, aprende y ama prudentemente, hace todo lo que los adultos podrían hacer por aquellos que deben sucederlos.
El establecimiento: el edificio es de madera, integrado por cinco cuerpos de un ex hospital. Ya no se piensa más allí en enfermos. Sólo ha quedado dentro algo así como la alegría de los muchos que sanaron.
Las habitaciones son como las de una casa de campo: de medianas dimensiones, paredes claras, de un solo color y amplias ventanas con muchas flores en el antepecho. Las mesas bajas, amarillas, claras como la resina, se pueden alinear como bancos de escuela porque es necesario, pero la mayoría de las veces están dispuestas todas juntas en el centro, formando una única mesa grande, igual que una sala de estar. A su alrededor se disponen los pequeños y cómodos sillones. Por supuesto, allí se encuentran todos los utensilios propios de una auténtica aula: La mesa del maestro (colocada sobre el piso y no sobre un estrado), un pizarrón y los demás objetos. Pero estos objetos no son representativos, se subordinan. En la pared opuesta, a la ventana pende un mapa de Suecia azul, verde y rojo; un alegre y colorido país infantil. Además, hay reproducciones de buenas pinturas encuadradas en sencillos marcos de madera lisa. El príncipe Baltasar Carlos a caballo. A su lado, gozando del mismo reconocimiento, pende la casa roja pintada por el pequeño Bengt, o Nils, o Ebbe con carita muy seria. .Los corredores bien iluminados llevan a los salones preparados para muchas actividades. Aquí hay un amplio y aireado recinto para las labores manuales de los más pequeños; en otro se confeccionan cepillos y se encuadernan libros; también hay un taller para trabajos de carpintería y mecánica, una imprenta y un tranquilo y alegre salón de música.
Dentro de ese edificio se tiene esta sensación "Aquí se puede llegar a ser alguien". Esta escuela no es algo provisorio; allí ya está la realidad. Allí ya comienza la vida. La vida se ha hecho pequeña para adaptarse a los niños, pero está presente con todas sus posibilidades y sus muchos peligros: En
Los talleres donde trabajan los niños de doce años de edad hay filosos cuchillos, leznas y otras herramientas, de ordinario ocultas y puestas fuera del alcance de los niños., Aquí se las pone en sus manos con cuidado, seria y correctamente y los alumnos no piensan siquiera en "jugar" con ellas. Trabajan en forma intensa y casi todas las obras de sus manos son buenas, precisas y útiles. Adquieren la profunda importancia del oficio.
Un muchacho que había inventado un motor y lo había construido en modelo, fue llamado al salón de mecánica para que lo explicara. Acudió enseguida aun cuando de mala gana, pues estaba ocupado en otra tarea y le disgustó la interrupción. La expresión de su rostro estaba aún saturada por el trabajo abandonado,. No obstante, se tranquilizó y de una manera objetiva y breve dio las explicaciones solicitadas. El tono de sus palabras, los ademanes diestros que las acompañaron, más aún, la franqueza y seguridad de su amabilidad pusieron, de manifiesto al trabajador que vive en su obra. Al igual que en ese: muchacho, también fue dado encontrar franqueza y seguridad en los demás niños. Todos estaban activos y alegres y por lo tanto próximos a cualquier individuo ocupado, adulto o niño. En el trábalo serio v placentero hay una comunión que favorece la relación. Allí se habían eliminado todos los motivos de timidez.
El placer, la afición con los cuales se hace todo en esta escuela, pone su sello en todas las cosas. ¡Qué hermosos son los libros impresos y encuadernados por los niños! ¡Qué expresión emotiva tienen sus pequeños ensayos de modelado! Sus dibujos de flores del natural son tan exactos, amorosos y conscientes que —allí donde existen ciertas condiciones —pueden convertirse en arte en cualquier momento. ¡Hace tanto bien sentir que nada se atrofiará en esos niños! , Cada una de las disposiciones aun la más leve, debe hacerse florecer, Ninguno de estos niños debe sentirse constantemente postergado. ¡Tantas son las posibilidades! Para todos debe llegar el día en el cual se descubrirá su talento, Una cualidad cualquiera, una destreza, una afición hacía alguna cosa que le otorgue su lugar, su derecho en "este mundo pequeño; Y lo que es más importante: en el fondo, este pequeño mundo no es sino el mundo grande. Lo que se es en él, se puede serlo en todas partes. Esta escuela no es una antítesis del hogar. Es lo mismo. Sólo ha ido al encuentro de cada uno "como en casa", ha sido edificada al lado de todas las casas y quiere estar en unión con ellas. No es lo otro. Los padres entran en ella y salen tal cómo lo hacer sus hijos. Les asiste plena libertad de presenciar una u otra vez una clase, conocen los recintos del edificio escolar y se encuentran a gusto en su interior. Y en relación con la vida, esta escuela tampoco quiere ser lo otro. Por esta razón, no existen maestros que hayan abrazado esta profesión, que, enseñen en ella; deben haber sido capturados e impresionados por la profesión. No basta que dominen un objeto, ese objeto debe encontrarse en cierta medida bajo cielo abierto. No debe estar aislado, seccionado, desconectado de todo nexo. Debe transformarse y si algo se mueve en el mundo, debe temblar y sonar, debe poderse notar en él. Con el pretexto de las diversas asignaturas siempre debe sacarse a colación la vida. ¡Qué bello fue cuando en cierta ocasión se presentó un minero, un simple minero, para hablar con lenguaje sencillo y pesado de sus días en las tinieblas subterráneas! Y así como el sillón del maestro estuvo a disposición del minero, lo está para todo aquel que haya experimentado algo: para el viajero que desee hablar de comarcas extrañas, para el hombre que construye máquinas y sobre todo para el más sencillo de los conocedores, el artesano de manos inteligentes y cuidadosas. Piensen si alguna vez se presentara un carpintero, o un relojero o un constructor de órganos. Y- pueden hacerlo en cualquier momento, pues la red del horario sólo sé extiende sobre los días de una manera leve, sin pesar. A menudo es diferida. Las semanas no transcurren con la monótona prisa de un rosario entre los dedos. Cada día comienza como algo nuevo y trae cosas inesperadas, y absolutamente sorprendentes. Y hay tiempo para todo. El recreo de la merienda es tan largo que da tiempo a despejar la mesa y cubrirla con un mantel de hule de colores claros. Se colocan flores en el centro y se distribuyen platillos para los emparedados, copas y vasos de leche. Todos se sientan en derredor, comen y sueñan, ríen y cuentan cosas. Todo parece una fiesta de cumpleaños.
En esa escuela hay tiempo y espacio. Hay espacio en torno a cada una de esas pequeñas criaturas rubias. Cada una de ellas es como una casa con jardín, no tiene cercos que la separen de sus vecinos. Tiene algo a su alrededor algo luminoso, libre, floreciente. No es menester que ofrezca el mismo aspecto de su vecino; por el contrario, debe ser tan radicalmente distinto, tan francamente; diferente, tan genuino como sea posible.
Resultaba consecuente v alentador no imponer a esos niños ninguna enseñanza religiosa. Una influencia autoritaria en este aspecto tan sensible de la vida interior hubiera anulado todo lo justo y' humano que se ha intentado allí. Se resolvió trabajar los temas bíblicos como historia, de acuerdo con las fuentes más puras y desinteresadas, y se quiere llegar poco a poco a dar religión no una o dos veces por semana, no hoy de nueve a diez, sino siempre, diariamente, como con toda asignatura, a toda hora. Las personas que más aman esta escuela tomaron esta decisión después de muchos días y muchas noches; con plena conciencia de Su responsabilidad. Es menester tenerles confianza a alumnos y: padres, pues este significado se me antoja que resuena quedamente en el nombre Samskola: escuela común, escuela para varones y niñas, pero también escuela para niños, padres y maestros. Nadie está por encima de los demás. Todos son iguales y todos principiantes. Y lo que debe aprenderse en común es el futuro.
Sólo mediante una cosa puede infiltrarse el pasado. Con la superstición de las grandes catedrales. Debajo de sus piedras basales han desaparecido vidas humanas y en la argamasa de estas obras también se ha mezclado sangre de su corazón.
Rainer María Rilke
Poeta y novelista austro-germánico, considerado como uno de los más importantes e influyentes poetas modernos a causa de su preciso estilo lírico, sus simbólicas imágenes y sus reflexiones espirituales. Nació en Praga el 4 de diciembre de 1875. Después de una infancia solitaria y llena de conflictos emocionales, estudió en las universidades de Praga, Munich y Berlín. Sus primeras obras publicadas fueron poemas de amor, titulados Vida y canciones (1894). Rilke se formó la creencia de que Dios está presente en todas las cosas. Estos sentimientos encontraron expresión poética en Historias del buen Dios (1900).
En París, en 1902, Rilke conoció al escultor Auguste Rodin y fue su secretario de 1905 a 1906. Rodin enseñó al poeta a contemplar la obra de arte como una actividad religiosa y a hacer sus versos tan consistentes y completos como esculturas.
Rilke residió en Munich durante casi toda la Primera Guerra Mundial y en 1919 se trasladó a Sierre (Suiza), donde se estableció, salvo visitas ocasionales a París y Venecia, para el resto de su vida. Allí completó las Elegías de Duino y escribió Sonetos a Orfeo (1923). Las elegías presentan a la muerte como una transformación de la vida en una realidad interior que, junto con la vida, forman un todo unificado. La mayoría de los sonetos cantan la vida y la muerte como una experiencia cósmica.
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