sábado, 31 de diciembre de 2011

El regreso de los cuentos folklóricos o lo que el viento no se va a llevar

2º parte
Los textos folklóricos y la literatura infantil
Es importante saber que los textos folklóricos que en la actualidad están íntimamente relacionados con los niños, en sus orígenes, no tenían ninguna relación, si bien los niños participaban en los encuentros donde narradores orales los contaban, esto estaba más ligado a un tipo de pertenencia a una cultura.
El romancero es la expresión literaria emergente de la vida cultural de España en la última parte de la Edad Media. Durante los siglos XI, XII y XIII, se produjo una combinación entre la naciente lengua romance castellana por una parte, y las manifestaciones culturales populares, consistentes de manera predominante en expresiones versificadas de diverso contenido.
Mientras los caballeros medievales centralizaron su labor literaria en la temática caballeresca inspirada en las historias de la Corte del Rey Artus (Arturo) y sus Caballeros de la Mesa Redonda; los de la dinastía de los Plantagenet luchaba por defender sus territorios a ambos lados del Canal de la Mancha e introdujeron en los cantares el tema épico, con lo cual los caballeros feudales pasaron a ser exaltados por sus hazañas guerreras como las cumplidas en procura de recuperar el Santo Grial. Mientras tanto, la masa de siervos y villanos se fue alejando del uso del idioma culto; lo que fue dando origen a un tipo de expresiones de diversión basada en la burla de los curas y frailes, en la exaltación del culto al vino y las mujeres. El mundo feudal estrictamente agrario, fue cediendo terreno al mundo feudal urbano; con el nacimiento y crecimiento constante de las villas y burgos, y con la aparición del nuevo tipo humano y también cultural el burgués. Los juglares fueron expandiéndose así por la Europa medieval, viajando permanente de burgo en burgo, de castillo en castillo. Eran profesionales del arte, que ejecutaban toda clase de actos para el entretenimiento de sus espectadores. Acompañándose generalmente con instrumentos musicales de cuerdas y percusión, los juglares recitaban poemas líricos compuestos por los trovadores. De esta manera, la actividad juglaresca dio origen a una expresión literaria en lengua romance. La necesidad de tener un cierto “repertorio” para ofrecer en sus espectáculos, llevó a que se fuera creando un fondo de escritos en la misma lengua romance en que debían ser contados o cantados los textos que los juglares presentaban a su público. Estos textos versificados se llamaron cantares de gesta. Los juglares fueron representantes de lo popular mientras que los trovadores representaban a lo culto de la época. El tema preferido por los juglares fue el relato épico: Entre ellos, la tragedia de Don Rodrigo, el último rey godo que a principios del siglo VIII perdiera los territorios ocupados por los moros; o la peripecia de los Infantes de Lara, nobles asesinados siendo muy jóvenes, por intrigas familiares; y especialmente el extenso relato de los avatares afrontados por don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
En latín un oficio o actividad, era un ministerium; de donde provino la expresión mester del castellano antiguo, y de donde proviene la actual palabra francesa métier, tarea u oficio de una persona. Por consiguiente, la actividad literaria de los juglares pasó a denominarse mester de juglaría; y la actividad equivalente de los clérigos, mester de clerecía; que poco a poco también fue siendo escrito en lengua romance, a medida que ella fue alcanzando a los niveles más cultos de la sociedad.
Respecto del mester de clerecía, su característica fundamental fue el ajustarse a estrictas reglas formales, empleando el verso tetrástrofo monorrimo, es decir, cuatro versos de 14 sílabas dividas en dos períodos de 7 sílabas, formando una estrofa en que todos los versos riman en forma asonantada, llamada la cuaderna vía. Este tipo de verso se llama alejandrino por ser el empleado en una de las principales obras del mester de clerecía, el Libro de Alejandro, de la primera mitad del siglo XIII, que comprendía unos 10.000 versos, relatando de un modo bastante artificioso la vida de Alejandro Magno, el emperador macedonio.
Entre los autores clásicos del mester de clerecía, se cuenta Gonzalo de Berceo; nacido en Rioja y quien habitaba en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, en el siglo XIII. Sus obras principales, son de contenido religioso; vidas de los santos Domingo de Silos, Millén de Cogolla y de Santa Oria, varios poemas dedicados a la Virgen María, algunos himnos y poemas religiosos relativos al martirio de San Lorenzo, y al ritual de la misa, etc.
El romance tiene una intensa concentración poética y aún cuando en algunos casos — como por ejemplo el romance del Rey don Rodrigo que perdió su reino ante los moros — se fundamente en un hecho, el acento no está puesto en el episodio de hecho sino en su repercusión emocional y espiritual. En ese romance, el episodio de la batalla y la derrota es apenas una referencia que establece el marco al estado anímico del Rey que se lamenta: “Ayer era Rey de España, hoy no lo soy de una villa”.
El descubrimiento del mundo antiguo sacó a la luz numerosas fábulas de la Antigüedad, y junto a traducciones de Esopo aparecieron nuevos creadores: en España, Sebastián Mey, Fabulario  de cuentos antiguos y nuevos (1613), que reúne una colección de 57 fábulas.
En Alemania se edita en 1658 el Orbis Sensualium Pictus, del monje y pedagogo Comenio. Este libro en imágenes se considera revolucionario dentro de la literatura infantil. Se publicó en cuatro idiomas, latín, alemán, italiano y francés y cada palabra llevaba su correspondiente dibujo. Se trata de un libro de concepción muy moderna que defiende la coeducación y el jardín de infancia.
Charles Perrault (1628-1703) publicó en Francia sus Cuentos del pasado (1697), en los que reúne algunos relatos populares franceses. Estos cuentos, que subtitula Cuentos de mamá Oca, recogen relatos populares franceses y también la tradición de leyendas célticas y narraciones italianas. Piel de asno, Pulgarcito, El gato con botas, La Cenicienta y Caperucita Roja aparecen en esta obra y al final de cada uno añade una moraleja.
Con estos cuentos maravillosos Perrault introdujo y consagró “el mundo de las hadas” en la literatura infantil.
 Madame Leprince de Beaumont (1711-1780) escribió más tarde El almacén de los niños (1757), un volumen con diversos contenidos en el que se incluye una de las narraciones más hermosas de la literatura fantástica, La bella y la bestia.
  Pero las narraciones que realmente triunfaron en toda Europa fueron las de Las mil y una noches, que se tradujeron al francés en once tomos entre 1704 y 1717.
  A comienzos del siglo XIX, el romanticismo y su exaltación del individuo favorecieron el auge de la fantasía. Numerosos autores buscaron en la literatura popular su fuente de inspiración y rastrearon en los lugares más remotos de sus respectivos países antiguas leyendas que recuperaron para los niños. Así surgieron a principios de este siglo grandes escritores que se convertirían con el paso de los años en clásicos de la literatura infantil. Jacob y Wilhelm Grimm, escribieron sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812-1822), en los que aparecen personajes que se harían famosos en todo el mundo: Pulgarcito, Barba Azul, Blancanieves… o Cenicienta y Caperucita, que ya se conocían en la versión de Perrault del siglo anterior.
Hans Christian Andersen fue el gran continuador de la labor de los hermanos Grimm. Sus Cuentos para niños (1835) gozaron de un éxito impresionante, y no dejó, durante toda su vida, de publicar cuentos en los que conjugaba su sensibilidad para tratar los sentimientos de los más variados personajes —La sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo, La vendedora de fósforos y tantos otros— con la más alta calidad literaria.
España se incorporó algo más tarde a esta corriente de literatura popular. Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo de Fernán Caballero (1796-1877), es una de las primeras personas que se preocupa por la literatura infantil en este país. Recogió el folclore infantil y leyendas y cuentos populares y los fue publicando en un periódico para niños. En 1874 publicó la colección completa con el título Cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles. Alentado por Fernán Caballero, el padre Coloma (1851-1915) publicó la colección de cuentos para niños Lecturas recreativas (1884); entre ellos se encuentra el famoso Ratón Pérez, que se inspira en la leyenda popular.
Pero debemos destacar a una importante figura española: Don Saturnino Calleja
"¡Tienes más cuento que Calleja!" Fue ésta una frase popular y extendida por toda España hasta hace muy poco y que incluso hoy se sigue usando. Suele significar que ciertas razones, explicaciones o disculpas que nos dan, o ciertos comportamientos, suenan a falsos, o cuando menos a fantasiosos. De ahí el comparativo de: "... más que Calleja."
Pero, ¿quién era ese Calleja? Bueno, pues todo un caballero ,SATURNINO CALLEJA FERNÁNDEZ, nacido en Quintanadueñas –Burgos- (1.855-1.915), propietario  de una editorial de cuentos para niños. Quizá la de más arraigo en toda la historia del editorialismo español.
Don Saturnino Calleja, publicó una innumerable cantidad de cuentos escritos especialmente para niños y jóvenes. Eran ediciones muy cuidadas, que se alternaban con otras más populares y baratas, pero siempre bien presentadas.
Los textos recogían, convenientemente “arreglados”  para no aburrir o  asustar a los niños lectores, tradiciones anónimas, clásicos de los hermanos Grimm, o de las "Mil y una noches", etc. Pero también otros textos inéditos, que sin firma o tan sólo figurando unas simples iniciales, eran escritos especialmente para Calleja.
Junto a ellos, y de manera igualmente casi anónima, firmando sólo con sus iniciales, la Editorial Saturnino Calleja contó con una casi legión de los grandes dibujantes de la época, que llenaron con sus ilustraciones, de magnífica calidad, cada edición de sus cuentos.
Calleja contó, entre otros, con Narciso Méndez Bringa, artista preferido de la revista "Blanco y Negro", y con Santiago Regidor, también ligado a esa revista. Conforme avanzaba el siglo XX, fueron uniéndose otros más jóvenes, representantes de las nuevas corrientes estéticas. Algunos de los más destacados fueron Salvador Bertolozzi y José, "Pepito", Zamora.
Calleja lo cambiaba todo: El soldadito de plomo que salió del cuarto de los juguetes y tantos avatares sufrió en su aventura, lo hizo por devoción a la Virgen del Pilar y no por el amor de la muñeca bailarina, según la primera edición de este cuento infantil que la Editorial Calleja publicó en España. http://www.juntadeandalucia.es/averroes/colegiojabalquinto/calleja_texto.htm
 
Algunas historias
Autor: ARROYO, Luis Antonio
Tema: Cuentos
Título del artículo: CUENTECILLOS TRADICIONALES Y CUENTOS FOLKLÓRICOS DE LA TRADICIÓN ORAL PALENTINA

CUENTECILLOS TRADICIONALES
Estaban en la era haciendo el verano el amo con dos criados, y al llegar la hora de comer resultó que el ama, que era tacaña, no les había llevado la comida. Como todos los demás que estaban trabajando en las eras habían interrumpido la labor para comer, al amo le parecía mal que les viesen trabajando a ellos, porque los otros labradores se darían cuenta de que él no daba de comer a sus agosteros, entonces les dijo:

-Como todos se han puesto a comer, vamos a dejar de trabajar también nosotros y vamos a sentarnos a la sombra de la morena como que estamos comiendo.

Pasado un rato y viendo que los demás labradores volvían al trabajo, el amo requirió a los agosteros para reanudar la labor. Entonces, uno de ellos, levantándose del suelo y apeándose junto a la manivela de la beldadora, dijo:

-Bueno, pues después de hacer como que comemos, vamos a hacer como que trabajamos -sin intención ninguna de dar vueltas a la manivela.

­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­­El hijo de un labrador había estado fuera del pueblo un año en el Seminario. Llegado a casa, va a saludar a su padre, que estaba en la era trabajando. Allí, contemplando un rastro que había en el suelo, preguntó el estudiante:

-Padre, ¿qué instrumento tan raro es este?

-¡Pero, hombre, no me digas que se te ha olvidado lo que es eso!- respondió el labrador

El muchacho, entretenido en pisar las puntas del rastro, continuaba:

-Que no sé lo que es, de verdad, padre.

-Anda, anda, no digas bobadas -le decía su padre, casi enfadado.

Entonces, por pisar muy fuerte sobre las puntas, el rastro se irguió de repente y de prisa y fue a dar en la cara del estudiante, que exclamó al momento:

-¡Me cago en el rastro de la mierda!

Era una familia humilde que mientras estaba el hijo en la mili hizo obras en la cocina y amplió el tamaño de la trébede, de modo que quedó tan grande que ocupaba casi la mitad de la cocina. Volvió el hijo de la mili y, admirado del tamaño de la nueva trébede, preguntó a su madre:

-Madre, ¿cómo han podido meter una trébede tan grande por una puerta tan pequeña?

Ante semejante simpleza, la madre le respondió:

-Ay, hijo: adobe a adobe.

Un matrimonio muy humilde, que tenía un solo hijo, de no muchas luces, llamado Régulo, había recibido la visita inesperada de un conocido. Al ir a comer, como no contaban con tener invitados, resultó que el cocido era escaso. El ama, un tanto apurada, partió el chorizo en tres trozos, como todos los días, y optó por dejar a Régulo sin su cacho, alegando que no le gustaba. El visitante, viendo la injusticia que se hacía por su culpa, salió en defensa del muchacho, pero el padre insistía:

-No, no; si es que a Régulo no le gusta el chorizo. De verdad.

Entonces el hijo, sin levantar la vista del plato, cohibido y algo amoscado, replicó:

-A Régulo sí que le gusta. Lo que pasa es que no se lo dan.

Era una familia muy humilde y numerosa, en la que la comida escaseaba. Un día próximo a Navidad, a la hora de comer, el padre se puso a hablar a sus hijos de lo que haría si le tocase el gordo.

-Si nos tocase la lotería lo primero que haría sería comprar un cerdo para criarlo.

Los niños, entonces, se empezaron a agrupar alrededor de su padre para escucharle.

-Cuando estuviese cebado y bien gordo, haríamos la matanza -seguía diciendo el padre. Y los niños se iban juntando más a su alrededor-. Y comeríamos el calducho y las morcillas.

Los niños se apiñaban, sentados en el suelo, junto a la silla de su padre.

-Y haríamos chorizo y lomo. Los niños, apretándose unos a otros, seguían embelesados el relato de su padre.

-Y comeríamos cocido, con su sopa, los garbanzos y luego la carne, el tocino, el chorizo, el relleno...

Los niños, casi relamiéndose, seguían estrechándose más y más junto al padre.

-Y algunos días, para variar, comeríamos costillas con patatas.

Entonces, uno de los niños, que pugnaba con un hermano, por estar más cerca de su padre, exclamó, enfadado:

-Padre, que éste no me deja untar

Tontos los de Campos, que cambian granos por cascos.

El origen de esta pulla radica en una realidad que los más mayores de los pueblos todavía han llegado a conocer. En efecto, al acercarse el invierno era frecuente que los habitantes de la zona montañosa de Palencia -los pueblos de arriba de Cervera y Guardo, La Pernía- bajaran cargados de nueces, avellanas y hayucos (cascos) a los pueblos productores de cereal -Campos y zona próxima a Herrera- y cambiasen sus mercancías por el trigo o la cebada (granos) de los que ellos escaseaban. De ahí la pulla.

En Prádanos había una mujer rica que tenía una hija llamada Polaca, a la que no lograba casar porque era bastante fea. Un día la madre fue a rogar por su hija a San Cristóbal, y de rodillas ante su imagen, le dijo así:

-San Cristobalín, manín, maninas, cara de plata, cásame a mi hija Polaca.

Estaba el sacristán en la iglesia en aquel momento y como oyó lo que dijo la mujer, escondido detrás del órgano y cambiando el tono de voz, respondió:

-Cásale con el sacristán,
que es buen galán.

Con que se casaron Polaca y el sacristán, pero resultó que éste era un tunante y le daba muy mala vida a su mujer, por lo cual la madre de Polaca se fue un día a la iglesia y arrodillada ante la imagen de San Cristóbal, le dijo:

-San Cristobalón, manón, manazas,
cara de cuerno,
según tienes la cara,
así me has dado el yerno.




CUENTOS FOLKLORICOS

EL GALLO PERICO
Aquel día el gallo Perico se había puesto muy guapo porque iba a ir a la boda de su tío Federico. Cuando ya estaba de camino se encontró con una boñiga y se dijo: «¿Qué hago, pico o no pico? Si pico me mancho el pico y no puedo ir a la boda de mi tío Federico, y si no pico me quedo sin comer y con las ganas.» No pudo resistir la tentación y picó, y, claro, se manchó el pico. Entonces, como así no podía ir a la boda, pensaba de qué modo se podría limpiar, y según iba andando, andando, andando, se encontró con una malva y le dijo:

-Malva, límpiame el pico para que pueda ir a la boda de mi tío Federico.

Y malva le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con una oveja, y le dijo:

-Oveja, come a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y oveja le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con un lobo, y le dijo:

-Lobo, come a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y lobo le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con un perro, y le dijo:

-Perro, muerde a lobo, porque lobo no quiso comer a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y perro le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con un palo, y le dijo:

-Palo, pega a perro, porque perro no quiso morder a lobo, porque lobo no quiso comer a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y palo le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con el fuego, y le dijo:

-Fuego, quema a palo, porque palo no quiso pegar a perro, porque perro no quiso morder a lobo, porque lobo no quiso comer a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y fuego le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con el agua, y le dijo:

-Agua, apaga a fuego, porque fuego no quiso quemar a palo, porque palo no quiso pegar a perro, porque perro no quiso morder a lobo, porque lobo no quiso comer a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y agua le contestó:
-No quiero.

Entonces siguió andando, andando, andando y se encontró con una vaca, y le dijo:

-Vaca, bebe a agua, porque agua no quiso apagar a fuego, porque fuego no quiso quemar a palo, porque palo no quiso pegar a perro, porque perro no quiso morder a lobo, porque lobo no quiso comer a oveja, porque oveja no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarme el pico para poder ir a la boda de mi tío Federico.

Y vaca le contestó:
-No quiero.

Y, por fin, llegó a la boda de su tío Federico, pero como tenía el pico sucio no se atrevió más que a meterse debajo de la mesa, y allí, entre el mantel, sólo pudo picar las migas que caían del pastel.


LA RATITA PRESUMIDA
Erase una vez una ratita que era muy presumida, y estando barriendo la portada de su casa se encontró una perra gorda.

Entonces se puso a pensar qué se compraría con ese dinero:

-¿Me compro un caramelo o una cinta para el pelo? Si me compro un caramelo me llamarán golosa, y si me compro una cinta para el pelo me llamarán presumida.

Por fin, se decidió a comprar la cinta, y con ella puesta se sentó a que la vieran en la puerta de su casa.

Por allí pasó un perro, que le dijo:
-Ratita, ¡qué guapa estás!

-Hago muy requetebién, porque tú no me lo das.

-¿Te quieres casar conmigo? -le dijo el perro.

-¿Y a los niños qué les dirás?
-Guau, guau -ladró el perro.

-Huy, no, no, no, no, no; que me los despertarás.

El perro, desairado, se marchó, y entonces acertó a pasar por allí un gato, que al ver a la ratita le dijo:

-Ratita, ¡qué guapa estás!

-Hago muy requetebién, porque tú no me lo das.

-¿Te quieres casar conmigo? -le dijo el gato.

-¿Y a los niños qué les dirás?

-Miau, miau -maulló el gato.

-Huy, no, no, no, no, no; que me los despertarás.

El gato se fue triste y compungido, pero entonces llegó el ratoncito Pérez, que le dijo:

-Ratita, ¡qué guapa estás!

-Hago muy requetebién, porque tú no me lo das.

-¿Te quieres casar conmigo? -le dijo el ratón.

-¿Y a los niños qué les dirás?

-Ea, ea, ea -dijo el ratón.

-Huy, sí, sí, sí, sí, sí; que me los arrullarás.

Y se casaron.

En esto, cuando estaban durmiendo, el ratoncito Pérez le dijo a la ratoncita presumida:

-Ratita, ¡que quiero mear!

-Debajo de la cama está el orinal.

-Yo no bajo, que me come el gato.


LOS CUATRO MUSICOS
Erase una vez un burro al que su amo quería vender, pues ya ni podía dar vueltas a la noria. Al sentirse abandonado se dijo, rebuznando:

«Aquí ya no me quieren. Pues me voy.»

Dicho y hecho, se puso en camino, y andando, andando, se encontró con un gallo que cantaba con mucha tristeza: «Kikirikí, kikirikí.»

El burro le preguntó el porqué de su tristeza, y el gallo le contestó:

-Mañana es la fiesta del pueblo y mi amo quiere celebrarlo metiéndome en la cazuela. Por eso canto así, para despedirme del mundo.

Entonces el burro le dijo:

-¡Ah, pues vente conmigo, que a mí tampoco me quiere el amo!

Dicho y hecho, se pusieron en camino, y andando, andando, se encontraron con un perro que aullaba muy tristemente. El burro y el gallo le preguntaron por qué estaba tan triste, y el perro les contestó:

-Es que mi amo ya no me quiere, porque dice que ya no sirvo ni para guardar la casa.

-¡Ah, pues a nosotros nos pasa lo mismo! Así que ven con nosotros -dijeron los dos amigos.

Dicho y hecho, se pusieron en camino, y andando, andando, se encontraron con un gato, que aullaba muy apenado. Entonces los tres amigos le preguntaron por qué estaba triste, y el gato les contestó:

-Porque mi amo dice que ya no puedo cazar ratones y que ya no valgo para nada.

-¡Ah, pues ven con nosotros! -dijeron los tres amigos.

Y así ya eran cuatro los que se pusieron en camino.

Y siguieron andando, andando, andando, hasta que se cansaron y se pusieron a buscar un sitio para descansar, y buscando, buscando, encontraron una luz a lo lejos, y cuando fueron hacia allí resultó ser una casa. Pero al asomarse a la ventana vieron que dentro de la casa había unos ladrones que repartían el botín mientras cenaban; entonces, los cuatro amigos se pusieron a pensar cómo podrían asustar a los ladrones para que se fueran y así poder entrar ellos en la casa y cenar y descansar. Y pensando, pensando, el burro, que era el más listo, dijo:

-¡Ya sé! Yo me pongo frente a la puerta; el perro se sube encima de mí; el gato se sube encima del perro, y el gallo se sube encima del gato, y mientras yo coceo la puerta, nos ponemos a rebuznar, ladrar, maullar y cantar con todas nuestras fuerzas.

Dicho y hecho, formaron tal escalera y tocaron tal música que los ladrones huyeron por la ventana despavoridos.

Así pudieron entrar los cuatro amigos músicos en la casa y se pusieron a cenar y a descansar.

Pero los ladrones se habían dejado el botín de sus robos en la casa y quisieron recuperarlo, por eso se echaron a suerte quién iba a ir a por el botín a la casa, y le tocó al más tonto.

El gallo, que estaba asomado a la ventana, vio venir al ladrón y avisó a sus amigos. El burro dijo:

-Apaga la luz, que a este le daremos, un buen recibimiento.

Dicho y hecho. Cuando el ladrón entró por la ventana fue tal la sarta de coces, mordiscos, arañazos y picotazos que le dieron que dejó el botín y se fue corriendo mientras escuchaba el kikirikí, kikirikí, victorioso del gallo.

Cuando el ladrón llegó donde sus compinches les contó la historia como la entendió, diciendo todo dolorido:

-Yo no vuelvo. Allí, mientras uno te da de estacazos, otros te llenan de pinchazos y otro grita: «¡Fuera de aquí, fuera de aquí!»

Los ladrones se fueron, y los cuatro amigos músicos se quedaron a vivir felices en esa casa y comieron perdices, y a mí no me las dieron porque no quisieron.


EL LABRADOR INDISCRETO
Un labrador y su hijo volvían andando de una feria con un burro que habían comprado. Traían al burro sin carga, y ello hizo que al pasar al lado de otro labrador que cultivaba un campo éste se burlara de ellos por ir ambos caminando y el burro descargado. Molestó esto al amo del burro, que de inmediato hizo subir a su hijo a lomos del animal. De nuevo en camino se encontraron con un pastor que ahora se dirigió a ellos reprendiendo al joven por ir encima del burro cuando su padre, más viejo y menos fuerte, iba andando. Oído esto, cambiaron las tornas, pasando a ir el padre encima del burro y el hijo andando. Pero no habían andado mucho cuando se encontraron con un hortelano que esta vez se dirigió al padre, riñéndole por dejar ir a su joven hijo andando mientras él, hombre ya hecho, iba cómodo encima del burro. Este comentario ya comenzó a desesperar al labrador, que ahora optó por mandar también subir al hijo a lomos del burro. Y así llegaron al pueblo, los dos encima del burro, y allí los vecinos empezaron a echarle en cara el que cargara tanto a un animal tan pequeño, habiendo podido venir alguno de ellos andando. Fue entonces cuando vio el labrador que hiciera lo que hiciera, nunca lo iba a hacer a gusto de todos, y nunca podría evitar los comentarios de la gente.


EL PATITO SABIO
Erase una vez un patito que vivía muy feliz en una granja con su papá pato y su mamá pata, pero como se aburría quiso correr aventuras y conocer mundo. Creyendo que todo lo sabía hacer muy bien, cogió el hatillo y se puso en camino.

Andando, andando, andando, se sentó a la sombra de un árbol a descansar, y cuando se cepillaba de polvo las plumas apareció un perro, que le dijo:

-Pato, ¿qué haces aquí?

El patito le dijo que estaba en busca de aventuras.

-¡Ah, sí! -dijo el perro-. Pues la primera aventura que vivirás es que me vas a servir de almuerzo.

Asustado, el patito se puso a correr, pero el perro le perseguía y corría más; entonces, cuando ya le iba a coger el perro al patito, éste se acordó que sabía volar, y así lo hizo, dejando al perro con cien palmos de narices.

Una vez a salvo, el patito se decía:

-Bueno, correr no es lo mío, pero volando soy el rey.

Y volando, volando, volando, llegó a lo alto de una montaña, y en un gran nido se sentó a descansar. Pero llegó el amo del nido, que era un águila, y le dijo:

-Pato, ¿qué haces aquí?

El patito le dijo que se había marchado de casa para vivir aventuras.

-¡Ah, sí! -dijo el águila-. Pues la primera va a ser que me vas a servir de comida.

Esto asustó más al patito, que se puso a volar para huir del águila, pero éste le perseguía y volaba más aprisa. Y cuando el águila iba a cazar al patito, éste se acordó que sabía nadar y se echó al mar, dejando al águila con cien palmos de narices.

Cuando el patito se creyó a salvo, se decía:

-Bueno, volar no es lo mío, pero nadando soy el rey.

Y estaba nadando, nadando, nadando, cuando apareció un tiburón, que le dijo:

-Pato, ¿qué haces aquí?

El patito le dijo que estaba buscando aventuras.

Entonces le dijo el tiburón:

-¡Conque sí, eh! Pues la primera aventura será que me vas a servir de cena.

Asustado, el patito se puso a nadar, pero el tiburón iba tras él y nadaba más de prisa. Cuando ya le mordía las plumas de la cola, el patito se echó a volar, dejando al tiburón con cien palmos de narices. Cuando llegó a la orilla se puso a pensar y dijo:


-¡Vaya! Resulta que no soy el rey ni corriendo, ni volando ni nadando. Mejor estaba en mi granja, que allí sí que era el rey.

Y así comenzó el regreso, y, por fin, llegó un día a su granja, donde ya le esperaban su mamá pata y su papá pato en el camino.

Y allí vivieron felices y comieron perdices.


LOS CABRITILLOS Y EL LOBO
Mamá cabra se iba a marchar de casa, y como tenía que dejar solos a los tres cabritillos les advirtió muy bien que no abriesen la puerta a nadie más que a ella. Cuando se hubo ido, el lobo, que estaba aguardando, llamó a la casa y dijo:

-Abrid, hijitos míos, que soy vuestra mamá.

Y los cabritillos contestaron:

-No; tú no puedes ser nuestra mamá, porque tienes la voz muy ronca, y nuestra mamá la tiene muy suave.

Entonces, el lobo se fue a casa, batió muchas claras de huevos y se las tomó hasta que se le aclaró la voz. Cuando ya la tenía suave volvió a llamar a la casa de los cabritillos:

-Abrid, hijitos míos, que soy vuestra mama,

Y los cabritillos contestaron:

-A ver, enséñanos la patita por la gatera. El lobo metió la pata por el aguero de la gatera y los cabritillos le dijeron:

-No; tú no puedes ser nuestra mamá, porque nuestra mamá tiene la patita blanca y tú la tienes muy negra.

Entonces, el lobo se fue a su casa y se empolvó la pata con harina hasta que se le quedó blanca del todo. Cuando la tenía muy muy blanca volvió a llamar a la casa de los cabritillos:

-Abrid, hijitos míos, que soy vuestra mamá:

Y los cabritillos contestaron:

-A ver, enséñanos la patita por la gatera.

El lobo metió la pata por la gatera y los cabritillos, al ver que tenía la pata blanca y la voz suave, se pensaron que era su mamá y abrieron la puerta. Entonces entró el lobo y se fue tragando uno a uno a los corderitos, a todos menos al más chiquito, que se escondió debajo de una cama.

El lobo se marchó a echarse la siesta al lado del río, y el cabritillo se quedó solo en su casa esperando a su madre, y cuando ésta llegó le contó lo ocurrido.

Entonces, la madre le dijo:

-Ya sé lo que vamos a hacer. Coge un cuchillo, aguja e hilo y ven conmigo.

La mamá cabra y el cabritillo fueron donde el lobo y con el cuchillo le abrieron la barriga y de ella salieron los cabritillos vivitos y coleando, porque el lobo se los había tragado enteros. Después les dijo la madre:

-Ahora traed piedras del río, antes que el lobo se despierte.

Los cabritillos trajeron piedras del río, y la mamá cabra las metió en la barriga del lobo, y después, con la aguja y el hilo, le cosió la barriga al lobo. El lobo, al despertarse, notó cómo la barriga le pesaba mucho, y como tenía mucha sed (debido a las piedras que le habían metido en la barriga), dijo:

-Como he comido mucho, tengo sed y noto la barriga pesada. Voy a beber al río a ver si se me pasa.

Pero al agacharse a beber agua, con el peso de las piedras que tenía dentro se cayó al río y se ahogó, y desde entonces la mamá cabra y los cabritillos viven felices en su casita.



EL LABRADOR Y EL HIJO VAGO
Un labrador y su hijo iban encima de una mula a una feria cercana, cuando el padre vio en el suelo una herradura que habría perdido otra cabalgadura anteriormente. El padre le dijo al hijo que bajara a por ella, pero éste le contestó:

-¡Ahí voy a bajar yo! ¿A por una herradura vieja? ¡Ande!

Y no bajó. Pero sí bajó el padre y la recogió.

Una vez que llegaron a la feria, el padre fue con la herradura al herrero y éste le dio algún dinero por ella. Con ese dinero el padre compró unas cerezas.

De regreso a su pueblo iban también los dos encima de la mula, y como hacía mucho calor, el padre echó mano de las cerezas para refrescar. El hijo, agobiado por el calor, le dijo al padre:

-¡Padre! ¿No me da unas cerezas para que también me refresque yo?

El padre, sin contestar, le arrojó una cereza de modo que cayó al suelo, bajando el hijo a por ella y comiéndola en el acto.

De nuevo en la cabalgadura, el hijo le dijo al padre:

-¡Qué buena estaba! Pero, padre, ¿no me da usted más?

El padre le arrojó otra cereza, que también fue a caer en el camino, y de nuevo bajó el hijo a por ella, comiéndola tras ello.

Así fueron repitiendo la operación hasta que se acabaron las cerezas. Entonces le dijo el padre al hijo:

-A ver si esto te sirve de lección, que por no querer bajar una vez a por la herradura has tenido que bajar dieciocho a por las cerezas. Por no querer hacer un trabajo, has tenido que hacer ciento.

REVISTA DE FOLKLORE
Caja España
Fundación Joaquín Díaz




¿Cómo encontrar historias, qué elegir para contar, leer o que los niños lean?
Es lo mismo que quise decir en el trabajo del bloque anterior, los maestros tenemos que leer, leer y leer, afinar nuestro gusto, y si me lo permiten, nuestra propia comprensión lectora. Solamente podemos acercar a nuestros alumnos aquello que conocemos, disfrutamos y amamos, aquello que nos permite soñar y gozar, ese libro que se está terminando y nos da pena las pocas hojas que quedan. En mi experiencia como maestra este ha sido un gran secreto.

No obstante, nunca está de más saber dónde ir a buscar porque para leen (nosotros) también necesitamos direcciones:


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